miércoles, 28 de marzo de 2007

Mi pequeña princesa.


En una noche de otoño la vi dar su pequeño paseo por aquella avenida. Su caminar era como el de una diosa en su templo celestial. Su cabello era controlado por la fría brisa del otoño. Sus ojos eran preciosos, como una gota de cristal en un pozo de niebla. Logre averiguar su nombre mientras compartíamos un viaje en autobús: Verónica. Nombre de una dulce caricia otoñal.

Mi nombre es Andrea, la chica deseosa de probar unos labios color carmín. Desde que observé el hermoso rostro de Verónica en una heladería de por aquí, me enamoré perdidamente de ella. Pero todo tiene su lado malo, o como a mi me gusta llamarla, “mi enemiga en la guerra del amor”. Se llama Maribel, la chica que prueba con gusto aquellos labios color carmín. El día en que sentí que mis entrañas iban a estallar de ira, fue cuando las vi besarse por primera vez, en el parque, frente a cristo.

Hoy me encontré con ella en aquella heladería, nos tropezamos y nos pedimos disculpas mutuamente, luego empezamos a conversar. Que bellos se notan sus ojos de cerca, y su olor es como de rosas muertas. Después de tres helados de cereza con una deliciosa capa de miel, me dio su número telefónico.

Tres semanas pasaron después de aquel inusual, pero afortunado incidente. Le doy gracias a la tecnología, ya que así, pude hablar horas y horas con Verónica.

Ya es invierno. La fría soledad de mis labios me llega hasta los huesos. Continúo en comunicación con Verónica, y me comenta que Maribel se encuentra muy extraña, que la siente fría y alejada. A los siguientes tres días, me da la gran noticia: Maribel y ella se dejaron de querer. Su frialdad se volvió solida y se separaron. Esta es mi gran oportunidad para expresarle los sentimientos más ocultos de mi corazón.

Las flores se abren y las gotas del nuevo amanecer corren por mi corazón. Verónica y yo tenemos 1 mes de noviazgo. A pesar del poco tiempo que llevo besando esos labios de color carmín, todo ha sido mágico, como un recuerdo alegre. El parque, el cine, los helados de cereza, todo es diferente cuando ella esta a mi derecha, tomándome de la mano y viéndome a los ojos. Dentro de tres giros de la luna será mi cumpleaños y mi amor por Verónica se consumirá con tres estaciones.

Ya es el día de mi cumpleaños. Mi pequeña princesa -así me gusta llamarla-, me dio de regalo una extraña navaja con nuestros nombres grabados. Me dijo que a ella le encantan los obsequios originales y diferentes. Un regalo tan especial como ese merece un lugar en mis bolsillos en todo momento.

Las hojas caen de nuevo, pero esta vez no tiene ese color a arena petrificada. Vuelve el mismo viento abrasador, pero esta vez trae consigo antiguos besos, los cuales, no corresponden a mis labios. Verónica extraña el amor incondicional de Maribel. Ella me ama, pero la costumbre de los labios de Maribel se convirtió en un sentimiento de nostalgia. Hay un dicho que dice: “Si amas algo, déjalo libre, si vuelve a ti, es tuyo, si no, nunca lo fue”.

Un beso de despedida… fue lo único que dejo en mi cuerpo, y para defenderme de los demonios de la soledad, una navaja con su nombre.

Los días caen sobre mí sin sentido, sin prejuicios. Las peripecias de mi corazón se fueron desvaneciendo poco a poco. La extraño. Sus senos rozando con los míos, mis manos acariciando su delicada piel de papel, su lengua descubriendo cada lugar oculto de mi cuerpo….nunca olvidaré aquello. ¡Verónica!, vuelve a mí, antes de que mi corazón se cierre y estés muerta para mí.

La llamo y la llamo y siempre es la misma respuesta: “Yo te amo, pero también la amo a ella. Solo volveré a ti si decides compartir mi amor”. No puedo compartirla. Mis sentimientos solo quieren arroparla, nada más. No puedo besarla pensando en que los labios de Maribel ya tocaron los suyos. Creo que mejor me olvido de aquellos ojos de cristal.

Invierno, primavera, verano y aún sin señales de Verónica. Aunque la contradicción toca a mi puerta: Allí esta Verónica, esperando siempre que el viento le traiga recados de antiguos amores. Abro la puerta, en la espera de un repudio de su muerte en mi espíritu. Verónica está llorando. Le digo que pase y se siente. “Cuando volví con Maribel… ya era tarde. Se había encontrado a otra y lo peor es que dijo que ya no me quería, se lo guardó hasta el final. Me dijo que ya no era nada para ella y que no quería saber de mí”, me dijo. Continúa ahogándose en sus llantos. No la puedo ver así... Tengo que hacer algo. Voy a hacerlo. Le digo que se quede aquí y me espere.

Después de caminar cinco cuadras, girar a la derecha, pasar los rosales polvorientos y cruzar delante de cristo, llegue a casa de Maribel. Los ladrillos descolorados por el sol y las ventanas adornadas de color rosa. Allí es donde el espíritu de mi princesa continúa prisionero de deseos tristes. Toco la puerta. Una chica de ojos claros, esbelta y de cabello castaño abre la puerta. Le digo que deseo hablar con Maribel. Me dice que está en la sala viendo televisión, que pase, mientras tanto ella va al mercado.

La casa olvidada por la luz, pero aclarada con decoraciones extravagantes, huele a Verónica. Allí está, sentada con su pelo de color oro, y sus manos grandes y arrugadas. Me saluda algo asombrada y me dice:

-¿Qué te trae por aquí?

-Bueno, sabes que amo a Verónica sobre todas las cosas –le digo-, haría cualquier cosa por ella y cualquiera que le haga daño es mi enemigo. Entonces…como tú le rompiste el corazón a mi chica, yo arrancaré el tuyo.


Me lanzo sobre ella. La derrumbo y busco la mejor manera de ahogarla, pero se defiende. Continuamos batallando en la dura madera. Saco mi navaja y con toda la fuerza que tengo, se la clavo en le pecho y le hago un abertura de unos 10 cm. Sus ojos se tornan rojos y su aliento se vuelve seco, sin esperanza. Un movimiento aquí, corto acá… y listo. Todavía se siente el bombeo de la sangre, pero no puedo dejar de sentir la frialdad de este corazón. Pero eso no importa, mejor salgo de aquí. Abandono la casa y mientras giro a la izquierda, pasando los rosales polvorientos, observo a la chica de cabellos castaño volviendo a su hogar. Qué sorpresa se llevará.

Mientras camino las cincos cuadras, pasando ante cristo, me pregunto: ¿Qué haré con este puño de vida? Bueno, mi pequeña princesa merece el amor de Maribel y el mio. No la compartiré a ella, pero ella compartirá el afecto de ambas. Además... a mi princesita le gustan los regalos diferentes y extravagantes.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Una tarde de Verano.


“Una vez me comentaron que llorar no era cosa de hombres, pero en ese instante no me afectaba nada del pasado.”

Armado solamente con mi fusil de 2 orificios. El cual, me había otorgado mi abuelo, después de la gran guerra, en los tiempos de Macondo. Acompañado por mi perro de caza. “Sabueso”, así lo llamaban los niños juguetones del pueblo cercano. Para mi no tenia nombre, simplemente era mi acompañante en toda odisea, mi amigo fiel en mis lecturas de la 5:00 PM y mi guía en el duro, pero simple, camino de la vida. El sol se reflejaba en el lago, así que el calor era sofocante y abrumador. Yo andaba en busca de un animal delicioso para poder apaciguar mi hambruna.

2 horas indagando por el fervor de las burbujas, para perder la noción de mis pasos. Todo eso me hizo recordar el día en que la luna enfriaba la laguna, mientras besaba los tibios y carnosos labios de Angélica, la hija de los Domínguez. La perseguí por muchos días, evadiendo a sus padres, los cuales se distraían perdidamente en el baile que hacían los molinos durante el atardecer, hasta que logre convencerla para poder vernos aquella noche.

Mis botas se sentían como ladrillos. Mi perro no dejaba de ladrarle a la maleza. El agua estaba muy caliente para beberla. De repente…escuche algo que caminaba entre los lirios salvajes. Mi compañero de las 5:00 PM, corrió hacia el ruido amenazante de la naturaleza. El sudor de mi frente lograba escapar de mis poros erizados en la espera del animal deseado. Mi compañero ladro, y un fauno de cuatro patas salto sobre la maleza, esquivando al pequeño ruidoso. Saltaba y saltaba, yo agarre mi fusil y apunte esperando otro salto de miedo. ¡Apareció!, lo enfoque y…”Bang”. El humo y el olor a pólvora me aturdieron, las aves revoloteaban lejos del eco.

Espere 5 minutos para que mi perro trajera con gloria la presa del día, mientras meneaba su pequeña cola, así como lo hacia cada día al despertar. El sol hirviendo el agua hacia un silencio susurrante. Se podía oír el sonido de mis adoloridas gotas de impaciencia estremeciéndose contra la tierra humeante.

Pasaron otros 2 eternos minutos. Me decidí entrar en la aberración de la luz, y los lirios, para poder hallar a mí guía de pueblos, conocedor de los niños. Las espinas de los hijos de la madre tierra me rasgaron la piel, pero continué luchando, caminando hacia delante en busca de mi compañero. El fauno empedernido corrió hacia el bosque, camino hacia donde el viento se entretiene con los molinos. Y allí estaba…atravesado por 2 balas de un fusil otorgado por mi abuelo.

Me arrodille ante el. Busque la forma de ayudarlo, el “Sabueso” de los niños no debía sucumbir ante el sol. ¿Quién me acompañaría a leer junto a la chimenea, cada día, a las 5:00 PM?, ¿Quién me guiaría en mi búsqueda por Angélica? Alejada de mí desde que sus padres nos descubrieron besándonos una noche, en la cual los molinos no giraban, y la luna congelaba la laguna. ¿Quién me aliviara las pesadillas despertándome con sus ladridos punzantes?...Pero debía aceptarlo…aunque mi alma y mi creciente soledad lo negara. Ya mis lágrimas lo bañaban. Allí recordé algo que mi abuelo solía decir sobre que los hombres no lloran, pero ya nada me importaba. Mi compañero sin nombre había muerto.

miércoles, 7 de marzo de 2007

90 gramos de arena.

Cabello color espuma. Ojos grises ocultados por gafas de sol. Mientras la maquillan los hijos de sus hijos, le gusta observar el infinito con una sonrisa inquebrantable. Su piel es tirada por la gravedad. Arrastras sus pies al caminar, por el peso de las canas en su cabello. Se sienta a esperar que el reloj de vuelta atrás. De vez en cuando muestra su piel al astro rey. Cada mancha en su cuerpo indica un toque de amor. Un día la noté feliz, al siguiente le volvió aquella desesperanza.

Nacida en los tiempos en donde las cosas carecían de nombres. La esperanza la llevo hasta aquí…la esperanza la dejo allí. Cuando duerme, teme no volver a despertar. Las letras en su periódico se han vuelto indescifrables. Le gusta observar el mundo por su ventana, en busca de una corriente de aire que alivie su duda. Necesita el frió toque del metal en su odio, para poder atender a la evolución de su sangre. Vestida con colores claro, para así animar su oxidado cuerpo. Ella no comprende lo que yo realizo.

La inoportuna parca se llevo su corazón, y la dejo sola con el frió toque del metal. Es un fantasma que permanece errante en el sofá. Ella siente que todos son extraños. Un antídoto para respirar, y una pastilla para sentir. Le hacen pensar que todo se encuentra bien…ella sospecha que todo terminara. Su amigo es el polvo en su piel. Ocasionalmente pregunta la hora. Su memoria y sus recuerdos juegan a las escondidas. Busca una razón para empezar de nuevo…pero ya es muy tarde.

En sus zapatos se pueden hallar muchas historias. En sus manos se puede hallar una dulce caricia. En su boca se puede hallar silencio. En sus pensamientos de puede hallar sabiduría.

Algún día mis lágrimas harán crecer flores sobre ella…yo no quiero que las arenas sigan su camino. ¿La llegare a ver de nuevo?...no lo sé. La abrazare el tiempo que pueda, tal vez mis brazos la mantengan viva. Será duro…pero no deseo imaginar mi vida después de 90 gramos de arena, sobre aquella de ojos grises.

Dedicado a mi Bis abuela. Eva…esperare fuerte tu partida.

domingo, 4 de marzo de 2007

Entre lágrimas.


Nunca he observado mi rostro al llorar…tengo miedo de verlas. ¿Qué ocultarán esos reflejos de luz? ¿Dolor?, ¿Ira?, ¿Alegría?, ¿Pena?....Los espejos son engañosos. No muestran el verdadero mundo que hay detrás de ellos, solo reflejan mi verdadera realidad. Me forjan a distinguir los errores que hay en mí, por ese motivo no deseo reflejar mis lagrimas en el. Aquí sentado me doy cuenta que hace frió. Afuera todo el mundo finge una sonrisa, no quiero caminar entre mentiras. ¿Qué hago aquí?, debería estar mil metros bajo tierra. Yo no pude…no se que me sucedió. Están frías.

Se marcha de la casa, y ni si quiera me mira…creo que me odia. Aquella mecedora no deja de moverse. Ya no puedo dormir, ya no quiero dormir. Mis sueños se han vuelto demonios esclavizantes de mis emociones. El escucho….pero yo no quería. Se volvieron más imperturbables.

Mis ojos se ven olvidados y perdidos. Mi charco de lágrimas se ha vuelto un espejo, pero este no me miente, y no refleja mi realidad…refleja mi sufrimiento. Mis lamentos hechos lluvia arrastran mi piel hacia el frió. Veo un rostro...soy yo…soy su hijo…y los mate. Entre un sueño y un abrir de ojos…se fueron.

jueves, 1 de marzo de 2007

Mírame.


¿Por qué me miras de esa manera?, ¿Te sientes culpable?, ¿Por qué razón me ves así? Todos no somos perfectos. ¿Me miras porque estoy sentado entre sueños quemados, y malicia? Tú debiste perder muchas ilusiones. Tus ojos me dan asco, se nota que no hay nada en su interior. Estoy sucio, lo se, ¿Por eso me miras? Mi vida es una agonía, y no tengo a donde ir, ¿Acaso no puedo lamentarme en paz? Soy una causa perdida, pero se donde estoy parado; Tu únicamente te dejas llevar por una realidad, y una sociedad hueca. No comprendo, ¿Por qué ahora me miras con rabia?, ¿Sientes que no puedo llevar tu mundo hacia delante?, ¿Crees que soy un ancla para el barco del progreso? ¡No!, no, ¡Ahora mírame! Yo también tuve sueños y ambiciones. Yo quise besar la frente de mi madre, antes de que muriera; yo desee ver a mis hijos crecer, pero no pude; Porque tu nunca me lo permitiste. Siempre me mantenías ocupado, no me dejabas llegar a mi hogar. No logre ir a la graduación de mi hijo…el ya no me quiere. Me olvide de mama por completo, gracias a tus horas extras. ¡Mírame!, ¡No voltees la mirada! Después de todo lo que hice, me dejas sin nada…me despides así no más.

Ahora yo soy quien te mira a ti. Estás muerto en vida, eres un pobre soldadito de cuerda, controlado por la avaricia, no tienes espíritu, no posees humanidad, ¡No tienes nada!, solo te encierras en ti mismo, para poder obviar la verdad; y la verdad es que, a pesar de todo lo que tengas, ¡No vales nada! Ahora que estoy en la calle, sobreviviendo de las esperanzas perdidas, pude aprender algo que tú nunca entenderás…que las personas como yo, no vivimos de fantasías, y dejamos de soñar, únicamente para poder seguir permaneciendo en este mundo injusto, para tener algo humilde de lo que estar orgulloso. Por esa razón, nunca me mires así.


Auxilio...Por favor.


Unos niños hacían una competencia subiendo por unas escaleras. El más grande empujo al pequeño, el cual rodó, rodó y rodó. Llego abajo adolorido, sin poder levantarse para continuar con su competencia por la vida. Las personas que pasaban cerca de el, no lo miraban, simplemente lo dejaban allí, como si fuera un sueño inalcanzable. El pobre niño pedía auxilio, que alguien lo ayudara, pero parecía que se hubiese hecho parte del asfalto.

Había una pequeña revuelta en la panadería de la esquina, y al parecer, era más importante que el adolorido niño. Un hombre que llevaba un maletín, se detuvo en frente del pobre niño, lo miro, y luego continúo caminando. Al parecer, al pobre niño, nadie lo notaba. Una mujer, muy bien vestida, decidió mirar al niño de lejos, en la espera que alguien lo ayudara. Ni el mismo tiempo lo ayudo, continuaba allí, en la espera de una luz.

Como pudo volteo su cabeza hacia las escaleras, con la esperanza que su amigo apareciera. Pedir ayuda ya no era suficiente, rogar a dios, no valía la pena. Un pequeño hombre, proveniente de la panadería de la esquina, se acerco al sollozo muchacho, lo miro con ojos de lastima, y luego le arranco de las manos una bolsa de pan y después desapareció. Allí se quedo el niño…lamentándose de no haber ganado esa carrera, para así lograr escapar con su recién robada y caliente bolsa de pan, y tener algo que alimente sus ilusiones de vivir.