lunes, 22 de octubre de 2007

El silencion de la sal.


Entre comunas de niebla y salitre, caminaba suave y cuidadosamente, la pequeña mujer de la casa del puerto.

Cada mañana, el sol recreaba un hechizo de estrellas y nubes, para que el palacio que era invisible ante todos, se volviera realidad. Escondida entre matorrales fantasmas, faros giratorios y bancos caminantes, estaba ella. “Me llaman loca, espanto, y hasta maniquí de tienda. Pero yo no les hago caso a ellos.”. Eso fue lo que me dijo Sophia. Ella llama a las otras personas que viven más allá de su amplio jardín lleno de animales; “Esos”, simplemente les dice así. “Tu no eres uno de Esos, tu eres diferente muchacho, lo siento”.

Sophia, una mujer noble, solitaria, risueña, cautelosa, y única, es la que pasa sus días contando las olas del mar y adoptando a cada criatura de Dios. En su antiguo palacio, viejo y abandonado por los amores desabridos de su niñez, vive ella, y únicamente ella. Con tantos cuartos ocupados por el polvo y la soledad de sus años, ha logrado materializar su mente en cada uno de ellos. “En el primero de la derecha…si ese. Bueno, allí esta una lámpara antigua, esos son mis recuerdos. La enciendo y la apago, cada vez que necesito apaciguar mi soledad”.

“Cuidado, no lo acaricies muy fuerte, es delicado”, así me dijo cuando toque a su perro más grande, un Pastor Alemán llamado, Eduard. Además de Eduard, ella tiene otros 13 perros, 10 gatos, y 9 jaulas con canarios de diferente tipo y color. “Se que son muchos animales, y por esa razón muchos me llaman como me llaman, además de decirle a mi casa zoológico. Pero es que me gustan los animales. Nunca tuve hijos, o un marido y no los quiero, son muchos problemas. Los animales son diferentes: les doy de comer, los baño, juego con ellos, y me pagan con su eterna gratitud y compañía. Por eso prefiero adoptar a todo animal que este hambriento y vagabundo. Son mejores que Esos”.

Le pregunte si eran ciertos los rumores de que, cada noche, se podían escuchar sus trágicos llantos de soledad. “No, eso son puras bobadas de Esos. Yo prometí no volver a llorar después de que murió mi padre. Sabes muchacho, la mayoría de la sal que tú ves en ese mar que esta frente de nosotros, son de mis lágrimas. Cada vez que recordaba a mi padre, venia al puerto, a refugiarme en el amplio mar, y dejarle mis lágrimas en agradecimiento. Por eso decidir comprar estar casa, para estar cerca del él…de ese mar. De mi único compañero”.

-¿Qué te parece la señora que vive en la casa del puerto?

-Esta loca. Tiene puros animales en su casa. Y nunca sale de allí.

Eso dicen, que nunca toca la luz del sol. Que se esconde entre las piedras de su hogar, sin dar señales de vida. “Yo no salgo mucho de aquí, solo lo hago cuando voy a comprar comida, o cualquier cosa que necesite. Todos me miran de manera extraña allá afuera. Pero yo los ignoro y vuelvo rápido a mi hogar. Esos han vuelto al mundo un lugar sin vida. Todos son iguales”.

-¿Qué me dirías, si te digo, que he hablado con esa señora?

-¡¿Enserio?! ¿Habla? ¿No te saco de su hogar a escobazos?

-No, no lo hizo.

-Que raro. Dicen que sus animales atacan a todo el que se atreva a pasar más allá del faro.

Pase tranquilamente entre la maleza, los animales meneaban la cola al verme y los canarios cantaban una dulce melodía. Toque la puerta y una dulce voz me respondió. “Pasa muchacho, cuidado con las cosas cerca de la puerta”. Entre. El silencio de aquella fortaleza era tan inquietante. No lo comprendía. Afuera se escuchaba una mágica sinfonía de aves, junto a las olas del mar. Pero adentro, el silencio se materializaba, y se volvía niebla, sal, y polvo. “Aquí estoy muchacho, pasa tranquilo, pero cuidado con mi conciencia que esta muy cerca de aquella mesita”. Sophia estaba cerca de una ventana, de pie, alimentando a uno de sus 13 acompañantes caninos, mientras fijaba sus castañas pupilas en el mar azul. “Bueno, muchacho, ya estas aquí. Hablemos”. Me sorprendió su rostro, aun joven a pesar de los años, cabellos grises, casi castaños, y sus ojos, como dos soles en el amanecer.

Luego de la larga conversación, y de hablarme sobre la materialización de su mente, le pregunte que significaba aquel plato que colgaba sobre su ventana. “Ese plato simboliza lo único que no pude materializar perfectamente: Mi corazón. Esta allí, cerca de la ventana, para ver si un día las olas de mi refugio acarrean algo que lo logre llenar”.

-¿Nunca ha tenido visitas de algún familiar, o pariente?

-No. Nunca he visto a nadie entrar a esa casa. Solo a ella.

“No. ¿Familia? No, muchacho, ellos no existen. Yo me fui de casa después de que papa murió. Pase mucho trabajo, dormí en la calle muchas noches, solamente con la compañía de mis animales, luego encontré un trabajo, y fui ahorrando poco a poco. Primero compre una pequeña casa cerca del pueblo, pero no me gustaba vivir allí; no lograba ver el mar, y no había espacio para mis animales. Muchos años después, logre comprar esta casa a un pobre viejo amigo mió. Este siempre ha sido mi sueño…Vivir cerca de Él, acompañada de su silencio”.

-¿Por qué hablaste con esa vieja? ¿No te dio miedo?

-No. Y lo hice porque algo me dijo que el mundo esconde las mejores cosas detrás de portadas poco llamativas. Todos le dirán loca, vieja, y esas cosas que dicen. Pero para mi será una parte del mar. Alguien que puede llenar tu vida con solo mirarte, y conocerte con solo sentirte. Alguien que aprecia el silencio de la sal.

“Bueno, muchacho, siento que es hora de que vayas a seguir el camino que esta en frente de ti. Mira que las arenas no esperan a nadie. Fue un gusto hablar contigo. Siempre estaré aquí esperando la hora de Dios, así que antes de que llegue ese momento, puedes regresar aquí cuando quieras. Ummm… Toma, llévate esto. Tal vez lo puedas utilizar mejor que yo. Entonces muchacho, cuídate. Recuerda que el mar siempre estará allí cuando lo necesites, y las criaturas de Dios pueden ser tus compañeras en todo momento. Hasta otro instante….cuidado y chocas con mi ego al salir. Mira que es el único que tengo”.

Eso fue lo último que escuche salir de sus labios, y lo último que supe de ella. Dicen que el mar se la trago en la fuerte marejada que hubo el otro día, otros dicen que murió comida por sus 13 perros. Pero yo se la verdad. La casa quedo intacta, tal y como si ella aun estuviera allí. Los animales se fueron, pero a veces visitan la casa y se quedan sentados, mirando y sintiendo la brisa del mar. Aun su mente continúa materializada en la casa. Nadie se atreve a entrar. Temen que pueda estar embrujada. Yo solo me quedo a observar el mar desde mi ventana. A veces, solo a veces, veo una luz que proviene desde la antigua casa.

El plato que me dio, lo coloque cerca de mi ventana, a ver si la brisa del mar lo llena de vida. Pero aun no sucede nada. Ayer llovió un poco, fue una lluvia espectacular. Los animales jugaban y festejaban felices bajo de ella. Olvide quitar el plato de la ventana, que ahora esta lleno de agua. Pero…esto no es agua normal. Esta agua… esta salada.

Dedicado para Alexandra Sánchez. Mujer, joven, audaz y novia, jaja. Pero en especial, única y gran amiga. Te quiero mucho.

viernes, 5 de octubre de 2007

¿Jugamos en la soledad?


A Arianna nunca la dejaban jugar con sus manos. Un padre rígido y una madre plásticamente perfeccionista. En una casa de hojalata, de cal y de cerámica fina. Algunos lugares poblados por hormigas que comen palabras, y otro deshabitado. Tal cual una habitación, yo soy su inspiración. Ella juega con sus manos, yo solo observo como explora su propio espacio, un juego, unos momentos de silencio. Se rompía una pieza más de carrusel.

Cansada del plástico ahogante en su cara y de las hormigas en las paredes de cal, busco un refugio en el mismo lugar donde la niña, tranquila y sin miedo, continuaba dándole vuelta al carrusel de sus dedos, mientras su mano giraba en torno hacia las palabras. Un encuentro con el tope de una antigua puerta de madera le recordó cuando también ella imaginaba jugar con sus manos, pero eso era prohibido. Las palabras eran el escaso y único alimento de las hormigas, las cuales no debían ser alimentadas; Destruirían la cerámica, comerían la cal y destrozarían la ya muy gastada chatarra dentro de ella y de su familia.

Castigada por el abrupto miedo y sentenciada a no volver a la tranquilidad. Sus manos atadas, prohibiendo su tierno y sutil juego. Entregada a las hormigas, para que devoren las buenas palabras que ella debe construir con el sudor de su frente y un poco de tierra.

Después de sentir muchas veces los sueños trágicos de Emily, veo con claridad porque arianna me encerró y no me deja salir.

Dio todo lo que pudo. Estaban satisfechas. Ella ya tiene 18 años, y sus manos ya están desatadas. Pero no recuerda como jugar, yo soy parte de su pequeña y entendible amnesia. Yo controlo la mayor parte de su ser. Ya no hay hormigas que alimentar. Solo tiene que alimentar los demonios que están vacíos y moribundos dentro de ella. Su vida era un miserable ejemplo de que la vida de los demás es mucho mejor. Alguien no la quiere dejar allí, quiere enseñarle a ser feliz. Y ella, muy ilusa, controlada por mi, vista desde mis ojos, sigue al pobre ángel sin alas a la búsqueda de lo que no es feliz para Emily.

Controló sus manos e invento un juego que a Arianna le parecía familiar, pero solo lograba recordar haz de luces y la putrefacta soledad del ático. Solo dejo plumas en ella, y voló para no volver jamás. Ella al final, al ver las plumas, el frió, el calor, recordó como jugar con sus manos. Cada vez que podía, lo hacia, y me lanzaba al olvido. Ya solo me queda refugio en Emily.

Emily recuerda cada día como sus manos eran secuestradas, y transportadas a lugares desconocidos por mí. Ahora le teme a sus manos sudorosas y olorosas. Huelen a lluvia triste y plumas mojadas. Infiernos y demonios. Que tan cual suculento banquete para las hormigas.

En la casa donde Arianna le da de comer a sus demonios, conoció a Emily. Que pequeño es el mundo, y que pequeño se vuelve mi mundo. No solo tengo que aguantar el martirio de ser esclavo de angeles sin sangre, si no tambien de demonios sin maldad. Son una. Dos seres, dos piezas mas del carrusel interminable.

La amistad que tejen las arañas y atrapa moscas, creció en ellas. Vivian, comían, alimentaban y dormían juntas. Una soñaba con jugar y atrapar Ángeles. La otra, solo soñaba con ser feliz. Arianna por ver a Emily dormir, decidió jugar con sus manos tiernamente, mientras le pidió, inconciente y curiosamente, a las manos sudorosas de Emily, que la acompañaran a jugar. Emily, pobre Emily. Sus pesadillas volvían a hacerse realidad. Solo podía escapar y decir adiós a las moscas, y volver a alimentar a las hormigas.

Arianna quedo sola, abrumada y comprendió que sus manos debían atarse y ser liberadas cuando fuera necesario. El mundo se volvió oscuro sin la amistad de Emily. Ya solo le quedaba yo, pero encerrado entre escuadras, acompañados por demonios hambrientos y ahogado entre plumas, no me quedaba más fin que abandonarla allí, y dejarle espacio al febril recuerdo de Emily.

Se alejaron por mi culpa. Mientras una era controlada y cegada por mí, la otra me olvidaba y me dejaba atrás, si pensar que era lo que tanto guardaba en sus mentes. Cerámica y cal, era lo mismo, lo que cuidaban, que al final fue desapareciendo. Destruido, mientras de allí comían las hormigas.

Inocencia, asi me decía su madre. Que me perdería si seguía jugando con sus manos. Le fue prohibido a su edad alejarse de mí. Emily me llamaba refugio y confusión. A ella le fue insoportable haber sido alejada de mí. No importa que nombre me colocaran, yo continuaba siendo el cielo para Arianna, pero el infierno para Emily.