viernes, 18 de enero de 2008

La ultima cancion de amor en este pequeño planeta



Este es uno de esos cuentos que posiblemente nunca hayas escuchado, o que se divulgan entre las sombras de los arboles, mientras los niños se sientan alrededor escuchando minuciosamente…

Hubo una época, en la cual el hombre aún usaba el calor del agua y las gotas del metal como su primordial paso hacia la evolución. Era una época de grandes cambios, diferentes y nuevas visiones del mundo y sus alrededores. Ciertamente en esa época, en ese mundo, en ese país, en esa ciudad, en esa casa encima de la ladera, vivía él; El niño que amaba a la Luna.

Charlie era un pequeño de 9 años, nada más y nada menos. Gentil, amable, buen entendedor, y sobre todo, maduro. A pesar de su corta edad, Charlie podía distinguir el mundo tal y como un adolescente suicida de 14 años. Sabía que las hadas, la magia, las aventuras fantásticas, y todo lo que había en la tv, era una fórmula para hacer que los niños, comunes y corrientes, mantuvieran su inocencia más de lo normal. Charlie era tan inteligente como un chico egocéntrico de 15 años. El primero de su clase, cursando 5to grado. Sí, así es, 5to grado. Charlie fue adelantado un par de veces por su actitud tan madura ante la vida, su inteligencia y sus metas por cumplir. Sus padres, personas nobles y modestas, estaban orgullosos de su hijo. Nada podría traer más dicha que un hijo "Genio"... por así decirlo.

El día en que Charlie perdió uno de sus dientes de leche -El colmillo de la parte superior derecha, para ser exactos-, ese mismo día, Charlie fue a su habitación y se sentó junto a la cama, mirando el diente en su frágil mano. Su padre, que pasaba por allí, lo vio con curiosidad, se acerco a su habitación y se recostó del marco de la puerta.

-¿Colocaras ese diente bajo tu almohada para el Hada de los dientes? - Preguntó su padre iluso.

-¿Qué? ¿Para qué haría eso? – Dijo Charlie con poco entusiasmo.

-Bueno, para que el Hada de los dientes te deje algo de dinero.

En ese momento, los ojos del padre de Charlie dieron un pequeño, pero poco notable giro alrededor, como buscando algo en el techo. Charlie notó la pequeña mueca de su padre y se mantuvo pensativo por un leve momento, en total silencio.

-Y… quieres que lo coloque en mi almohada, para que cuando duerma, tú entres y cambies el diente por dinero, ¿Cierto? – Charlie dijo eso con la mayor frialdad posible.

Su padre no sabía qué hacer, ni que decir. Su hijo había roto uno de las tantas fantasías que cualquiera chico de su edad creería. Al igual que lo hizo con Santa Claus, los fantasma, el monstruo del armario y todas esas cosas que los niños suelen creer. Charlie titubeo un poco, luego se levanto de su pequeña, pero suave cama, y camino hacia su padre, subió la mirada con ojos de decisión y le dijo:

-Si quieres darme el dinero, dámelo ahora. Y toma este inservible diente.

Así tal cual hizo su padre. Saco unos 10 centavos de su bolsillo y sello el trueque guardando el pequeño colmillo en su bolsillo derecho.

Así de inteligente y maduro es Charlie. Tanto así, que puede acabar con la magia de cualquier inocencia errante. Pero a pesar de su inteligencia y gran sentido común, había algo en lo que Charlie era igual…o mejor dicho, algo más en lo que era diferente a los otros niños: Charlie amaba. Y no amaba a una persona, porque a esa edad sus hormonas no eran como las de un adolescente rebelde de 16 años; Y lo máximo que podía llegar a sentir por una persona, era un "Amor de colegio", así como les dicen, de esos que se besan debajo de las mesas del colegio y salen a caminar agarrados de manos. Charlie sentía algo más fuerte que un beso debajo de una mesa, o más fuerte que un paseo con una mano sudorosa. Él en realidad amaba, con más pasión que un adolescente enamorado de 17 años. Su corazón latía nada más y nada menos que por la llovizna de luz plateada que desborda en el oscuro cielo… La Luna.

Era su Luna, de él y de nadie más. No era de los Astrónomos, ni de los amantes que se escapan a plena luz de Ella, ni de los mismos Astronautas, aquellos que si lograron tocarla. No, era de ese pequeño genio que no creía en las Hadas.



No recuerda muy bien cómo empezó a enamorarse de aquella luz celestial. Cada noche, después de terminar sus deberes, mientras observaba por su ventana los aburridos juegos que realizaban los otros niños, dedicaba unos minutos a tratar de entender por qué ella lo miraba y lo seguía a todas partes. No comprendía de su existencia, no entendía que era y por qué era así. Sólo sabía que estaba allí, que lo miraba, y que a él le fascinaba. Poco a poco investigó más sobre ella. Su amor, e interés, creció más y más mientras aprendía. Le encantaba, la adoraba, la quería para él. Ella tenía toda la experiencia de cientos de milenios, era tan hermosa como dos mil Afroditas y simplemente era todo lo que él no era. Pero eso no le traía algún tipo de envidia, no, sino más bien le daba un sentimiento de seguridad, de que su luz llenaba un vacio en su interior, de que era el complemento para su pequeño corazón.

Su amor era imposible, según mamá y papá. Para él nada era imposible mientras ella lo acurrucara cada noche a través de la ventana de su habitación. La distancia era talón de Aquiles en su utópico romance, pero él una vez escuchó que, ni la edad, ni la distancia, eran barreras para un verdadero amor. Y aunque no estuviera cerca de ella, su amor no se desvanecería de su pequeño corazón, porque mientras él mantuviera la esperanza, esa misma esperanza, cuidaría de regar con fe la semilla de su amor.

Con su gran inteligencia, y una pequeña pisca de ilusión, ideó varios planes para estar junto a su Luna: Un cohete hecho de cartón; saltar lo más alto posible hasta tocarla; subir a su tejado con una red para mariposas y hasta pedirle a sus padres que llamaran al presidente para que trasladara la Tierra hacia Ella. Pero nada funcionó.

A sus padres les pareció extraño que Charlie hiciera esas cosas que suelen hacer los niños de su edad, pero pensaron que era hora de que le diera un poco de espacio a la fantasía dentro de su corazón. Para Charlie no era fantasía lo que hacía, lo demás podía ser totalmente irreal, pero para él, todo lo que hacía por su amor, no era nada de mentiras.


Qué celos y tristeza tuvo Charlie ese día, en el cual vio con sus propios ojos, como su pura y pálida Luna era profanada por una bandera y un "Pequeño paso para el hombre, pero un gran paso la Humanidad". "Qué poca dicha: Amarla después que fue de alguien más", eso era lo que su desarrollado sentido común le decía, pero su corazón no perdería la esperanza de materializar su amor junto a su Luna. Esa misma noche, ignorando a su sentido común, se encerró en su cuarto en busca de su amada, la cual lo esperaba cada anochecer en el marco de su ventana. La detalló un rato, en busca de alguna sombra en forma de conejo, luego buscó lápiz y papel, se sentó sobre su cama y le escribió una sutil, pero hermosa carta de amor, demostrándole que todo lo que sentía por ella era verdad y nada más que la verdad. Y a pesar de que muchas personas pasen sobre ella, ellos estarían juntos algún día. Colocó su declaración de amor dentro de un sobre, con una fotografía de su lucero celestial, y lo posó sobre el marco de la ventana y esperó toda la noche a que con su luz ella la tomara. Cuando se quedó dormido bajo la lluvia brillante de su amor, soñó que volaba con su Luna por el espacio, a través de cientos de galaxias, dejando todo atrás. Mientras tanto, su carta de amor era arrebatada por una calidad brisa de verano.

Unos cuantos días después, Charlie estaba saboreando su almuerzo, cuando de repente posó su vista sobre la ventana, y que sorpresa se llevó al ver que su humilde Luna, allí mismo en el cielo azul, y a esa hora del día, lo esperaba. Dejó su comida y se colocó cerca de la ventana, plantando su sobra en ese lugar, para que nada lo moviera de allí. Su madre se preocupo un poco al ver que la fantasía de su hijo se convertía en algo más allá que un simple juego y decidió hablar con él.

-Charlie, hijo, ¿Por qué no dejas de jugar y terminas tu almuerzo? – Dijo ella con una dulce voz.

-No puedo, mamá, yo la amo. Dejaría de comer y pasaría días de hambre solamente por quedarme aquí a observarla.

-Pero hijo, ¿Por qué la amas? Eso es algo imposible, es como amar a un martillo, un plato o cualquier objeto. Los humanos debemos amar humanos, eso es lo que debemos hacer. Amar a otras cosas… no es de humanos.

-Mamá… amar es lo que nos hace humano y aunque ella no esté cerca de mí y sea un objeto, o cualquier cosa… la amo... simplemente eso. – Charlie logró pronunciar esas palabras como pudo, ya que las lagrimas en sus ojos no le permitían.

Su madre ya estaba muy consternada por el problema que tenía su hijo. "¿Cómo un ser tan inteligente y sabio como él puede amar a la Luna?", pensaba ella. "Algo que no es humano no puede ser amado", decía su razón. Pero allí tenía la prueba viviente de ello, y no era más ni menos que la sangre de su sangre. "¿El Amor vuelve a los más inteligentes en torpes?" Preguntaba su curiosidad. Pero como era de esperarse, no había respuesta. Esa misma noche, mientras Charlie se desvelaba una vez más observando a su amada, su madre estaba hablando con su padre sobre que ya era hora de averiguar qué pasaba con su hijo y por ello decidieron llevarlo a un psicólogo.


-Bueno, señora Seawell, Charlie no presenta ningún problema, su mente es sana, no hay razón aparente que nos dé una conclusión del porque su hijo "ama" a un objeto. Según lo que ustedes me han contado, y él me ha comentado también, su crianza fue tranquila y dentro de lo que podemos llamar "Normal". ¿Ustedes han hablado con él sobre todo este asunto?

-Sí, claro que sí. Pero él no nos hace caso, sólo se preocupa en ver a la Luna. Por favor doctor, ¿Qué debemos hacer?

-Ehh... lo mejor sería que mantengan a Charlie en vigilancia y me den detalle de lo que realice. Además, tienen que traerlo dos veces por semana durante un mes.

-Ok doctor, muchas gracias. Vamos, amor. Charlie, vámonos.

Durante ese mes, Charlie fue cuidadoso de no ser sorprendido observando a su amada, para que su madre creyera que él ya había terminado con su "juego", como ella decía, y se mantuviera en paz. Había pasado el mes, habían terminado las secciones en el psicólogo y ya su madre estaba tranquila, creía que el juego de su hijo había terminado, pero era totalmente lo contrario. Charlie cada vez se enamoraba más y más. Se volvió mas egoísta, sólo la quería para él. Mientras sus padres dormían, el despertaba -ya le era natural despertar a esas horas de la madrugada-, y volvía a su faena de amor. La deseaba. Movía su cama, poco a poco, para que sus padres no se dieran cuenta, en dirección a la ventana. Ya no podía dormir sin saber de ella. Su egoísmo lo consumió; el amor lo consumió. Le gustaba colocar sus manos hacía ella y atraparla. Le hacía sentir que su brillo era del él y de nadie más; lo hacía sentir feliz. Pero lo que Charlie no se daba cuenta, era que mientras la atrapaba en sus manos, no podía apreciar su luz celestial.

A las pocas semanas, Charlie llegó muy entusiasmado del colegio, sus padres no sabían por qué, pero lo importante era que su pequeño genio fuera feliz. Su padre decidió investigar por qué su muchacho estaba tan contento, así que decidió pasear por su habitación. Asomó su cabeza por el marco de la puerta y Charlie estaba buscando como loco en unos libros, mientras repetía una y otra vez la palabra "Perigeo". Él no comprendió de qué trataba todo eso, pensó que era una tarea del colegio, así que decidió dejarlo solo para que continuara con su labor. Charlie ese día se había enterado en la escuela, en la clase sobre los planetas, que hay un momento en que la Luna está más cerca de la tierra, el tan hermoso "Perigeo Lunar".

El pequeño enamorado estaba totalmente feliz y emocionado, por fin estaría con su amada. Ya había planeado toda una hermosa velada, una fabulosa noche les esperaba. No importaba si era un día, una hora, unos minutos, él le sacaría total provecho a ese momento, y sería feliz. Tenía la sensación de que junto a ella el tiempo se volvería un sueño y el amor se volvería realidad.

Ya tenía todo listo, nadie podía fallar. Era una promesa infalible entre dos amantes nocturnos. En dos días llegaría. Esa noche no pudo dormir de la emoción, imaginando todo lo que harían juntos. Se mantuvo todo el tiempo en la ventana, respirando su luz y soñando despierto.

El día llegó. El pequeño enamorado se vistió muy elegante, se arregló y hasta tenía una sorpresa para su amada. Ya era casi hora del atardecer. Le dijo a su madre que saldría a jugar con los otros niños, pero en realidad iría a la colina, a esperarla. Se sentó en el pequeño banco de la colina, donde los enamorados suelen darse su primer beso. Faltando segundos para anochecer, miró al cielo por última vez, mientras apretaba con fuerza el regalo para su preciosa luz. Esperanzado por este momento, ya la podía distinguir en el horizonte. Estaba muy emocionado, sus labios morían de frio, pero el aún así mantenía su gran sonrisa. Ya casi. Y una luz apareció en lo más distante de la oscuridad. Se escucho un pequeño goteo. Charlie estaba frígido, frío y con sal en su rostro. Sí, allí estaba su amada Luna, pero aun continuaba regalando su belleza, allá, en el lejano cielo. Mientras que el regalo de Charlie, caía y se hacía pedazos en el suelo. Una pequeña esfera de cristal, con forma de Luna, se encontraba allí, rota; representado la esperanza de un pequeño niño enamorado y decepcionado.

Aquella noche fue un infierno para Charlie. Llego corriendo a su hogar, entré a su habitación sin que sus padres se dieran cuenta, cerró la puerta, y las lágrimas vinieron solas. Fueron quince largos minutos, quince eternos minutos llorando por aquella luz en la distancia. Su mundo estaba acabado. La ventana estaba cerrada, no quería saber de ella. Pero no aguanto el deseo, la rabia y la impotencia de saber por qué su amada no llego a él. Abrió la ventana, entonces la vio, más grande que nunca, tan brillante que era imposible odiarla.

-Estás hermosa esta noche, pero... ¿Por qué me rompiste la esperanza de estar a tu lado? ¿Por qué me mentiste? – Charlie no podía aguantar las lágrimas.

Él esperaba una respuesta, pero no lograba distinguir nada más que las hojas de los arboles siendo removidas por la fría brisa de esa noche.

-¿Por qué no me respondes? ¿Por qué no me pides perdón? ¡Yo que te he amado como un loco! ¡Yo que por ti vivo! ¿Por qué no me dices nada?

Para Charlie enamorado, nada tenía sentido. Para Charlie niño, era todo confuso. Para su corazón no había remedio. Solo se dio cuenta de que si ella aún estaba allí, era por algo.

-¿Por qué aun sigues allí? Me abandonaste. Me rompiste las ilusiones. Hiciste que mi amor por ti creciera a tal punto, para luego hacerlo nada... ¿Por qué sigues mirándome? Deja de hacerlo. Ya no quiero seguir enamorado de ti. Eres bella, preciosa, única… pero me fallaste. Rompiste una promesa. ¿Cómo crees se puede arreglar todo ahora? – Ya las lágrimas de Charlie habían cesado y a cambio dejaban rabia en su rostro.

Silencio. Creyó haber escuchado un ruido fuera de su habitación, pero no era nada. Se aseguró que nadie estuviera despierto y continuó su monologo.

-Aún estás allí. ¿Quieres que te perdone? ¿Por qué no lo dices? Sabes que te amo. ¿Cómo no te voy a perdonar? Eres la luz de mi vida, lo que me hace seguir adelante -Charlie decía esto con la mayor inocencia posible-. Mi razón de vivir es algún día estar contigo, así me cueste mil años… pero estaré contigo, lo prometo. Por favor, volvamos a ser como antes. Eres mía, de nadie más. Sólo quiero estar feliz junto a ti. Te amo.

Charlie, como su rutinaria forma de expresarle su perdón y amor, volvió a desvelarse toda la noche, para observarla en su máximo esplendor. Sus preguntas fueron respondidas con lo que su corazón quería escuchar, pero su razón decía que ella estaba allí porque siempre es así. Pero el pequeño enamorado estaba muy feliz, como para escuchar la realidad.


Un día Charlie golpeó a un niño en el colegio. Mientras estaban en el aula, la profesora dictaba otra clase sobre los planetas. Charlie estaba muy emocionado, como siempre, podía hablar de su amada y nadie lo observaría como un enfermo, y mucho menos llevarlo al doctor. De pronto la profesora preguntó cuánto media la Luna. Charlie se sabía la respuesta y sabía mucho más sobre su Luna, así que respondería. Al momento de levantar su mano, ya otro chico había respondido. La profesora lo felicitó y continúo escribiendo en la pizarra, mientras tanto, Charlie se levantó, se paró frente al niño que había respondió a la pregunta y le dijo: "Nunca vuelvas a hablar de ella con tu sucia boca". Sin pensarlo, lo golpeó.

Después del alboroto Charlie fue llevado a la dirección, llamaron a sus padres y los expulsaron de la escuela por tres días. Por alguna gracia del destino, no les dijeron a los padres de Charlie la razón del porque su hijo golpeo a otro alumno. Sólo lo castigaron, tenía prohibido salir de la casa y mucho menos podría abrir la ventana. Charlie moría. No podía dormir, no podía vivir. Sabía que ella estaba allí, justo allí detrás de la ventana. No aguantaba más, no iba a permitir que nadie lo separara de su amada, mientras otros podrían seducirla y robársela. Así que con cautela y mucha astucia, Charlie escapo de su hogar.


Vagó sin rumbo gran parte de la noche, aunque poco le importaba estar perdido, lo importante era que su Luna estuviera con él. Estaba llena ese día, alumbraba casi como aquel día del Perigeo. Llegó a la plaza que quedaba cerca del lago, donde por las noches, artistas de la calle se prolongaban en su extensa tarea de expresar lo que está dentro de sus corazones. Charlie se sentó cerca de un árbol y conversó un rato con su amada.

-Hoy estoy aquí, contigo y sin ti. Dejé todo para estar contigo… y me alegro de haberlo hecho. Eres mía, y yo soy tuyo. Nadie más te amará como yo. – Charlie dijo todo esto mirando siempre al cielo y con una mano en el corazón.

Justo en ese momento, escuchó una hermosa música que provenía de uno de los artistas de la plaza. Charlie se acercó, encontró un espacio dentro la multitud y prestó atención.

-Hermosa luz en el cielo, que ilumina mi regazo y todo alrededor. Lléname de felicidad y desborda mi alegría. Hazme sentir querido dentro de tu perfecta sinfonía. Bella amada mía, oh, Luna mía.

Las personas alrededor estallaron en aplausos, pero el pequeño enamorado moría de celos y rabia. Alguien le estaba robando a su amada, seduciéndola con versos y estrofas que parecían sacados de su propio corazón. Nadie podía amarla como él, era solo de él. ¿Cómo podía alguien expresar esas cosas si no sentía lo mismo que él sentía? Era ilógico. Justamente cuando Charlie iba a defender su amor, otro estallido de aplausos se escuchó a pocos metros de él. Olvidó lo que iba a hacer y corrió hacia donde estaba la gente. Allí estaba un hombre, con una hermosa pintura de la Luna sobre el lago. El hombre llamaba a la pintura "Perla". Explicaba que tenía ese nombre nada más y nada menos que por la Luna, que parecía una hermosa perla en medio de las estrellas y la oscuridad. El pequeño enamorado estaba en el borde de la locura, no sabía qué hacer. Se dio cuenta que aparte de los artistas, habían otros más que dedicaban sus horas a expresar el amor que sienten por la hermosa luz que resplandece cada noche. Charlie impotente, y agobiado, fue a sentarse en un banco de la plaza… a llorar.

Más allá de lo que sus lágrimas dejaban ver, estaba aún aquella Luna que tanto adoraba. Pero no quería verla. Estaba avergonzado. Sentía que ella no lo iba a querer por el simple hecho de que había más personas amándola, y le expresaban mejor su amor, más de lo que él podía hacer.

Lloró un rato más, hasta que alguien se sentó a su lado.

-Hey, pequeño, ¿por qué estás llorando? ¿Estás perdido? – Dijo el hombre de cabello castaño, como de unos 40 años, que se sentó a su lado, aunque parecía más joven.

Charlie siempre fue inteligente y supo que no debía hablar con extraño, pero en ese momento estaba tan mal herido, que no escuchaba a su razón, y menos le importaba lo que pasara a su alrededor.

-No, no estoy perdido, sólo… estoy un poco mal, es todo. Pero de igual manera... – Antes de poder decir algo, el hombre lo interrumpió.

-Bueno, cosas que pasan, pero eres muy joven para andar llorando como adolescente enamorado. ¿Algún problema en casa?

-No, no, para nada. Es que…

Charlie tenía vergüenza decir que estaba enamorado, y más si decía que estaba enamorado de la Luna. El hombre pensaría que él estaba loco, así como sus padres, entonces que prefiero callar.

El hombre no era tonto. Rápidamente se dio cuenta de lo que quería decir el niño a su lado y continuó hablando.

-Ah… así que sí andas enamorado. Y dime, ¿quién es la afortunada? ¿Una amiga del colegio?

-No.

-A ver: ¿una profesora?

-No, para nada.

-¿Una amiga de tu familia? ¿Alguna niña de tu familia? ¿Quién?

Charlie dudó un poco, pero igual levantó su brazo y apuntó hacia la fuente de luz plateada que los bañaba. El hombre miró hacia donde Charlie apuntaba, también dudó un poco y con algo de apatía dijo:

-¿Ah? ¿La Luna? – El hombre lo dijo con algo de curiosidad en sus ojos.

-Si… ¿Algún problema? – Dijo Charlie, tímido pero desafiante.

-No, para nada. Pero, ¿por qué quieres a la Luna? Hay muchas otras cosas para mostrarle afecto.

- No, yo la amo a ella y a nadie más. ¡Mírela! Es perfecta, única, hermosa. ¿Cómo no amarla? Por eso todos los aman. – Mientras decía esto, bajaba lentamente su cabeza, dejando escapar dos pequeñas lágrimas, casi invisibles.

-Y, ¿Cuál es el problema en que alguien más la ame? Eso lo convierte en un amor especial.

-No, ella es mía, solo mía. Yo seré feliz a su lado y ella será feliz junto a mí. – Dijo Charlie cayendo en el gran egoísmo natural del ser humano.

-Pero, ¿Que pasaría, si ella no quiere estar a tu lado? Y ¿Si no es feliz junto a ti?, ¿Qué harás?

Estas palabras destrozaron el pequeño corazón de Charlie y lo convirtió en arena, mezclada con lágrimas.

-Pero… pero… ¿Por qué no me amaría? ¡Yo la amo! La puedo hacer más feliz que nadie. Puedo darle todo, todo lo que quería… ¡Iría hasta el mismo infierno para probar que soy digno de su amor!

-Sí, pero, ¿Y si hay alguien que la puede hacer mas feliz? ¿Qué pasaría si alguien le demuestra más amor del que le puedes dar y es más feliz con esa persona? ¿Qué harías? – El hombre era duro con el pobre niño, pero quería saber que respondía aquel pequeño amante nocturno.

-¡No! No la dejaría ir. Es mía, no puede ser feliz con alguien más. Solo yo puedo darle lo que merece…yo… ¡Yo la amo! – Charlie no puedo aguantar más la presión en su pecho y comenzó con el festival infinito de lágrimas que su amor le daba.

-Entonces, ¿Preferirías que esté triste, pero junto a ti, a que esté feliz, aunque no sea contigo?

Charlie limpio sus lagrimas, se aclaro un poco la garganta y hablo como pudo.

-…. Eh… no… prefiero que esté feliz. – La triste realidad no lo dejaba seguir allí donde estaba.

-Es como un cuento que escuché una vez, sobre un niño que encontró un ave, la cual tenía un canto hermoso. El niño quería al ave porque su canto era algo que lo ponía muy contento, así que decidió atrapar al ave. La colocó en una linda y gran jaula, la alimento, le dio de beber. Pero el ave ya no cantaba, parecía estar triste. El niño no entendía por que el ave no cantaba la melodía que tanto le gustaba. ¿Cómo podía estar triste si tenía todo lo que quería? Allí el niño entendió que el ave podía tener todo lo necesario para vivir, pero no era libre. No podía seguir surcando los cielos en busca de público que escuchara su hermosa tonada. Y mucho menos encontrar otras aves para amar y tener polluelos. Así que decidió dejarla ir, estaba un poco triste porque ya no cuidaría de ella, pero de esa forma podría escuchar su hermosa tonada cuantas veces quisiera y la vería volar siempre en el cielo azul. ¿Entiendes lo que te quiero decir?

Charlie se mantuvo en un leve trance. Miraba en dirección a la Luna y de nuevo a su regazo. El hombre entendió que Charlie estaba comprendiendo, y estaba creciendo en solo un instante. Mientras Charlie aun guardaba silencio, el hombre prosiguió con su lección.

-El amor es algo por lo cual todo ser humano pasa. Sonríe, cae, aprende, continua, llora, olvida, vuelve a caer, se levanta, perdona, busca, encuentra, niega, odia, teme, sufre, acepta, aprecia, siente, vive y vuelve a sonreír. Todo eso ocurre. Aunque pases por mil amores, cada uno tendrá algo diferente para enseñarte, para que llores, para que rías y para continuar respirando. Nunca habrá luz sin oscuridad. Toda tristeza que te pueda dar un amor, se puede convertir en felicidad. Recuerda que nunca ningún mal será para siempre, y tampoco la felicidad. Si así lo fuera, ¿De qué serviría estar feliz, sí siempre lo estás? No sería algo especial. Por eso debemos pasar tiempos difíciles, para luego aprender de ellos y ser feliz más adelante, volvernos más sabios y más fuertes. ¿Qué amor no te hace sentir débil?, ¿Qué amor no te hace arrodillarte ante alguien?, ¿Qué amor no te hace llorar?, ¿Qué amor no te cambia?, ¿Qué amor no te da una razón para vivir? ¿Qué amor no vuelve tus latidos una sonrisa? – El hombre no paraba de hablar. Parecía tener toda la sabiduría del mundo en una simple mirada.

Charlie logró salir de su trance. El orgullo lo hizo reaccionar.

-¿Por qué te arrodillarías ante alguien sólo por su amor? Te estarías humillando por un amor que puedes conseguir en otra persona.

-Dime: ¿Conseguirías el amor que sientes por tu Luna en otra persona?

-No. – Dijo el pequeño enamorado totalmente seguro de su respuesta.

-No digas que no. Claro que conseguirás un amor. Tal vez no sea igual, tal vez sea más fuerte, o tal vez sea menos fuerte, pero lo conseguirás, y deberás apreciarlo. El amor es la cosa más simple que puede haber, pero nuestros temores lo complican todo. Ahora respóndeme otra cosa. Estos artistas que ves aquí, entreteniendo a la gente, también aman a la Luna, tanto como tú la amas y le componen hermosas baladas, poemas, crean pinturas en su honor… todo para ganarse su amor. ¿Tú podrías hacer todo eso? ¿Podridas demostrarle tu amor de tal manera?

-No... No podría – Unas cuantas lágrimas brotaron de sus pequeños ojos-. ¡Pero la amo! ¡Luchare por ella hasta el final!

-Ellos también lo harán. Entonces, ¿Qué puedes hacer tú? ¿Puedes crear una bella sinfonía en su honor?, ¿Crearías una obra de arte? ¿Escribirías un poema más hermoso que su luz?

-No. No tengo nada para demostrarle mi amor de tal forma. Sólo tengo mis manos, vacías, pero decididas a crear lo imposible; mis débiles piernas, cansadas, pero recorrerían cien desiertos. Y mi corazón, latiendo, sólo por ella.

-¿Entonces qué hace un amante desesperado para conseguir su elixir de vida si sólo tiene sus manos vacías, y unas piernas cansadas?

-… Arrodillarse a rogar un poco cariño. – Charlie crecía con cada palabra que tocaban sus oídos y su egoísmo iba desvaneciendo poco a poco.

-Así es. Destrozamos nuestro orgullo como forma de expresarle nuestro amor, nos humillamos sin importar nada. Cuando nos hallamos en total desespero por un poco de amor, hacemos hasta lo imposible, hasta lo que va más allá de nuestra razón, sólo por una pequeña sonrisa que haga desvanecer todos nuestros males y pesares. El amor es así. Nadie logra comprenderlo totalmente. Todos sufrimos alguna vez, pero continuamos en busca del amor correspondido, así como el nos busca a nosotros. Sólo no hay que desesperar, algún día llegara.

-Tiene razón. Pero aun así, me hace sentir triste que yo no sea el único que la ame. Pero su amor será mío, sólo para mí.

-Pequeño…mira… - El hombre apuntó hacia donde estaban los artistas, mientras la Luna se reflejaba en su espejo de lágrimas.

Charlie volteó apresuradamente. Se secó los ojos para lograr tener una mejor visibilidad, y lo que vio lo dejó sin palabras. Todos los artistas de la plaza se reunieron en un solo sitio, cerca del reflejo de la Luna en el lago, a bailar, cantar, reír y saltar de felicidad. Parecía un ritual. Charlie aún no comprendía, no entendía en que lo ayudaría, entonces, el hombre vio la expresión en su rostro; Ya era momento de enseñarle una última lección.

-Dime, ¿Qué ves? – Dijo el hombre, el cual veía a Charlie como si fuera su propio hijo.

-Mucha gente, riendo, cantando. Parecen estar muy contentos.

-¿Tú serias capaz de quitarles esa felicidad, ese amor que les da su Luna, sólo para complacer tu puro y egoísta deseo de amarla y tenerla sólo para ti? – El hombre, sabía que estaba siendo duro con Charlie, pero esa era la única forma de hacerlo entender.

-… No. – Dijo un tanto avergonzado.

-¿Por qué no?

-Porque no me gustaría que me hicieran lo mismo a mí. No soportaría vivir sin ella. Así como alguien más la ama, yo también la puedo amar.

-Entiendes rápido pequeño, eres muy maduro para tu edad. ¿Cuántos años tienes?

- Nueve. – Charlie no pudo esconder su tono algo arrogante, pero orgulloso.

-Wow, eres un pequeño genio. Bueno, pequeño, el amor es así: Libre, hermoso, único, y todos lo necesitamos. El amor puede ser odio, puede ser sinceridad, puede ser amabilidad. El amor es la esencia más pura y divina de nuestro ser. Es lo que nos identifica como seres humanos, que vinimos aquí a existir, crecer, amar y ser parte del ciclo de la vida. ¿Qué seria la vida sin el amor? ¡Nada! Solo seriamos personas sin rumbo, sin sueños, sin deseos, sin motivación e inspiración, sólo seriamos almas en penas, destinadas a nacer y luego morir. No saques el amor de tu vida sólo porque fuiste herido un par de veces… tampoco lo vuelvas tu razón de existir. Sólo imagínalo como una ayuda, un soporte, para continuar adelante y hacer de tus sueños una meta; de tu sonrisas felicidad y del vivir algo un poco mejor.

-Gracias por todo esto que me está enseñando. No sé cómo devolverle el favor.

-Pues vive pequeño, continúa, sigue adelante y llega lejos. Tú podrás llegar más lejos que nadie, únicamente si amas con todo el corazón, actúas con la razón y pones tu esfuerzo en lograrlo. Esa será tu forma de recompensarme.

-Pero, ¿Cómo puedo vivir ahora? Mi razón de existir esta celebrando con sus otros enamorados. Ya no me querrá más a mí. –Charlie volvió a llorar un poco, pero sabía que esas lágrimas eran el precio por todo lo que había aprendido esa noche.

-A veces en la vida llegaran momentos en el que nos enamoraremos de la persona no correspondida, o nos enamoraremos solos. Una de las más hermosa formas de vivir es entregarse totalmente cuando amas, pero también es una de las más dolorosas. Por ello, debemos tener cuidado y estar atentos a quien le estamos entregamos nuestro amor, estar seguros de que a la persona que amaremos, recibirá nuestro amor, lo cuidará, lo sanara, lo mejorará, lo alimentará y nos dará el suyo a cambio, como muestra de que es un amor correspondido. También el amor es perdonar, aunque sea una pequeña falla, una promesa rota, se puede reparar. A veces no se puede perdonar cada error cometido, al hacerlo te harás daño a ti mismo y la persona a la que amas, te tratará como desee porque sabe que siempre lo perdonaras. El amor nos vuelve tontos y débiles, pero debemos reconocer los momentos en que debemos ser fuertes, luchar, y seguir. Sí las cosas no funcionan, bueno, con el tiempo sanaremos y estaremos listo para embarcar en busca de un nuevo amor. Escucha, respóndeme algo, ¿Tu sabias que estos artistas enamorados existían?

-No, para nada. Yo sólo creía que ella me amaba a mí, únicamente a mí. Siempre la encontraba todas las noches fuera de mi ventana, regalándome su belleza. Yo era tan feliz.

-¿Por qué no puedes continuar siéndolo? Si ella estaba allí, antes de tu conocer la existencia de sus otros enamorados, era por algo. Cuando alguien hace algo por amor, lo hace porque así desea su corazón. Tú no la obligaste a estar allí toda las noches. Si ella estaba allí era por algo más, ¿No crees?

Charlie miró al hombre directamente a los ojos. Eran de un castaño oscuro, y muy profundos. Sentía que estaba leyendo un viejo libro de historia mientras los veía. No quiso decir nada, prefería callar antes de darle otra respuesta no acertada.

-Ella te ama –Continuo él hombre-. También como ama a sus otros enamorados. Ella está allá en el cielo porque quiere hacer a todos felices, no quiere negarle amor a nadie. Tal vez sientas celos, y es normal, muchos enamorados lo han sentido, es bueno, pero no caigas en el egoísmo. Deja que los demás sean felices, ellos se entregaron a ella por completo, y en sus vidas no puede haber más felicidad. Tú también puedes entregarte totalmente a su amor. Ella estará allí todas las noches, apoyándote en cada sueño que quieras lograr, en cada meta que quieras cumplir, en cada tristeza y felicidad, te acompañara en tus ratos de soledad, se desvelara contigo hasta que el sol se lo permita, pero siempre estará allí. Recibirá tu amor, y a cambio te dará una vida entera llena de su luz, belleza y compañía.

El pequeño enamorado había cesado de llorar. Ya no sentía odio, celos, egoísmo, nada. Se sentía en el más puro estado de paz. La observaba bailar en su reflejo, luego miraba su rostro y se sentía feliz. Allí Charlie se dio cuenta de que ya era tarde, sus padres estarían preocupados. Miró al hombre que estaba a su lado, el cual también observaba firmemente a la Luna. Estaba seguro que era un Ángel, o un dios de la sabiduría que ayudaba a los amantes en apuros. El frio era intenso, pero no parecía afectarles a aquel hombre sabio, y muchos menos a los amantes festivos. El amor que les daba su amada era suficiente para llenar sus almas de un calor eterno.

-No pensé que podría aprender tanto en una sola noche, y menos que podía llorar tanto en una sola noche, jajaja. Quiero agradecerle por ayudarme, por guiarme y hacerme entender tantas maravillas de lo que es el amor. No tengo forma de pagarle todo esto, pero haré lo que me dijo y viviré. Me entregaré a ella. Mi camino a seguir será guiado por su luz. Lograre estar con ella, por lo menos una vez, luchare hasta el final. Ya entiendo que no es mía, que personas como yo también la aman, no volveré a caer en el egoísmo. Amarla es mi razón de ser feliz. Gracias, muchas gracias por todo. Ya debo irme. Gracias.

-De nada pequeño, y discúlpame a mí por darte estos sermones. No quiero que te hayas sentido reprendido en ningún momento, solo quiero que aprendas un poco, para que no sufras lo mismo que yo sufrí, aunque aún hay mucho por aprender, pero todo a su tiempo, aún tienes mucho que vivir. Recuerda: vive y ama, así de simple. Nunca te sentirás solo, ella estará allí. Ama y deja amar; sueña y deja soñar; vive y deja vivir. Pero nunca pierdas de viste esa luz en la distancia. También recuerda que la clave del amor es libertad, respeto, confianza, comprensión, honestidad, sinceridad, cariño, apoyo, compartir, disfrutar, perdonar, fuerza, alegría y unas cuantas cosas más que aprenderás al crecer.

-Sí. Gracias, nuevamente. Adiós. – Charlie dijo esto un poco triste, como si estuviera abandonado una interesante historia sin fin.

El amante nocturno estrechó la mano del hombre, se despidió con una mirada y corrió en dirección a su hogar. Pero a menos de tres metros, Charlie paro en seco, y dio vuelto para gritarle algo al hombre.

-¡Oiga, Señor!

-¡¿Si?! ¡Dime pequeño! – Gritó el hombre con una voz gruesa.

-¡¿Cuál es su nombre?!

El hombre se quedó un poco atónito con la pregunta de Charlie, pero de igual forma respondió.

-¡Paulo, muchacho!, ¡Me llamo Paulo!

-¡Esta bien, Paulo!, ¡Yo soy Charlie, un gusto conocerlo!, ¡Nos vemos pronto! – Al decir esta última palabra, continúo en su carrera camino a casa, observando una vez más el reflejo de la Luna en el lago y a los amantes nocturnos que danzaban sin cesar.

El hombre levantó la mano en señal de un "hasta luego". Mientras observaba correr a Charlie, recordaba su niñez y se veía reflejado a si mismo en ese pequeño amante nocturno. Luego de darle un último vistazo a la plaza tomó su propio camino y se perdió en el frio de la noche. Charlie pensaba que, "Paulo", era un nombre falso y que su verdadero nombre debía ser Cupido. "Alguien que sabe tanto sobre el amor no podía ser un humano", pensaba. Su piernas estaban congeladas, no podía seguir así, pero el pensar en su hogar, sus padres, su amada, la vida que le esperaba, lo hacía seguir adelante… hacia lo imposible.

Al llegar a casa, sus padres lo recibieron muy preocupados, abrazándolo y preguntadole en donde había estado. Después de haber resuelto el problema, Charlie fue a su habitación. Entró con mucho cuidado, como si tuviera miedo de despertar a la noche. Caminó hasta la ventana. La observó durante un minuto y abrió un poco más la ventana. Debía ir a dormir, estaba muy cansado. Le echó un vistazo por ultima vez y le mando un apacible beso. Se acostó y pensó en todo lo que había ocurrido esa noche, en todo lo que había observado y escuchado. El pequeño amante había aprendido algo más que una valiosa lección. Había hallado una nueva forma para vivir, para ser feliz, para lograr todo que se propusiera. Había encontrando una razón para luchar hasta el final. Un camino de estrellas se abría a su paso, él a cambio debía entregarse totalmente, amando hasta lo inadmisible, y nunca nada le podría hacer daño. Pensaba en los días por venir, en lo que le deparaba la vida y lo que lograría por su amor. Ya no podía mantener los ojos abiertos. Repasó en su mente la imagen del reflejo de su amada sobre el lago, y justo antes de cerrar sus ojos, balbuceo un poco exhausto, "Algún día… estaré junto a ti… lo juro".

Esa es la historia del niño que amaba a la Luna. Un amor que sólo pocos comprenden y que muchos admiran. No se sabe mucho lo que sucedió con Charlie después de aquel día. Me gusta pensar que creció, estudio muy duro y se convirtió en un gran astronauta, el segundo en llegar a la Luna, o también me gusta pensar que creó una bella familia, junto a una hermosa dama y tuvieron una preciosa hija, llamada Luna. O también me agrada pensar que se dedicó a la música y compuso la última canción de amor, la más maravillosa, única, sublime y hermosa de todas.

Es incierto el futuro de un joven enamorado. El amor tiene muchos caminos para darte, tú decides cual tomar. Si te pierdes en el recorrido, vuelve al inicio y toma otro camino, algún día alguno te llevará al otro extremo, aquel en donde abunda la felicidad. Charlie lo encontró y así como el pudo, todos podemos hacerlo. Seguro no será fácil, podrás sentir que mueres por dentro, pero recuerda todo lo que aprendió un pequeño enamorado una fría noche, que siempre hay que seguir hasta el horizonte, hacia lo imposible. Enamórate de lo imposible; enamórate del amor. Y si en algún momento necesitas ayudas o una guía entre la oscuridad, mira hacia el cielo, que junto a las estrellas, ella te estará apoyando y dándote su luz en todo momento.

Fin