
En una noche de otoño la vi dar su pequeño paseo por aquella avenida. Su caminar era como el de una diosa en su templo celestial. Su cabello era controlado por la fría brisa del otoño. Sus ojos eran preciosos, como una gota de cristal en un pozo de niebla. Logre averiguar su nombre mientras compartíamos un viaje en autobús: Verónica. Nombre de una dulce caricia otoñal.
Mi nombre es Andrea, la chica deseosa de probar unos labios color carmín. Desde que observé el hermoso rostro de Verónica en una heladería de por aquí, me enamoré perdidamente de ella. Pero todo tiene su lado malo, o como a mi me gusta llamarla, “mi enemiga en la guerra del amor”. Se llama Maribel, la chica que prueba con gusto aquellos labios color carmín. El día en que sentí que mis entrañas iban a estallar de ira, fue cuando las vi besarse por primera vez, en el parque, frente a cristo.
Hoy me encontré con ella en aquella heladería, nos tropezamos y nos pedimos disculpas mutuamente, luego empezamos a conversar. Que bellos se notan sus ojos de cerca, y su olor es como de rosas muertas. Después de tres helados de cereza con una deliciosa capa de miel, me dio su número telefónico.
Tres semanas pasaron después de aquel inusual, pero afortunado incidente. Le doy gracias a la tecnología, ya que así, pude hablar horas y horas con Verónica.
Las flores se abren y las gotas del nuevo amanecer corren por mi corazón. Verónica y yo tenemos 1 mes de noviazgo. A pesar del poco tiempo que llevo besando esos labios de color carmín, todo ha sido mágico, como un recuerdo alegre. El parque, el cine, los helados de cereza, todo es diferente cuando ella esta a mi derecha, tomándome de la mano y viéndome a los ojos. Dentro de tres giros de la luna será mi cumpleaños y mi amor por Verónica se consumirá con tres estaciones.
Ya es el día de mi cumpleaños. Mi pequeña princesa -así me gusta llamarla-, me dio de regalo una extraña navaja con nuestros nombres grabados. Me dijo que a ella le encantan los obsequios originales y diferentes. Un regalo tan especial como ese merece un lugar en mis bolsillos en todo momento.
Las hojas caen de nuevo, pero esta vez no tiene ese color a arena petrificada. Vuelve el mismo viento abrasador, pero esta vez trae consigo antiguos besos, los cuales, no corresponden a mis labios. Verónica extraña el amor incondicional de Maribel. Ella me ama, pero la costumbre de los labios de Maribel se convirtió en un sentimiento de nostalgia. Hay un dicho que dice: “Si amas algo, déjalo libre, si vuelve a ti, es tuyo, si no, nunca lo fue”.
Los días caen sobre mí sin sentido, sin prejuicios. Las peripecias de mi corazón se fueron desvaneciendo poco a poco. La extraño. Sus senos rozando con los míos, mis manos acariciando su delicada piel de papel, su lengua descubriendo cada lugar oculto de mi cuerpo….nunca olvidaré aquello. ¡Verónica!, vuelve a mí, antes de que mi corazón se cierre y estés muerta para mí.
Invierno, primavera, verano y aún sin señales de Verónica. Aunque la contradicción toca a mi puerta: Allí esta Verónica, esperando siempre que el viento le traiga recados de antiguos amores. Abro la puerta, en la espera de un repudio de su muerte en mi espíritu. Verónica está llorando. Le digo que pase y se siente. “Cuando volví con Maribel… ya era tarde. Se había encontrado a otra y lo peor es que dijo que ya no me quería, se lo guardó hasta el final. Me dijo que ya no era nada para ella y que no quería saber de mí”, me dijo. Continúa ahogándose en sus llantos. No la puedo ver así... Tengo que hacer algo. Voy a hacerlo. Le digo que se quede aquí y me espere.
Después de caminar cinco cuadras, girar a la derecha, pasar los rosales polvorientos y cruzar delante de cristo, llegue a casa de Maribel. Los ladrillos descolorados por el sol y las ventanas adornadas de color rosa. Allí es donde el espíritu de mi princesa continúa prisionero de deseos tristes. Toco la puerta. Una chica de ojos claros, esbelta y de cabello castaño abre la puerta. Le digo que deseo hablar con Maribel. Me dice que está en la sala viendo televisión, que pase, mientras tanto ella va al mercado.
-¿Qué te trae por aquí?
-Bueno, sabes que amo a Verónica sobre todas las cosas –le digo-, haría cualquier cosa por ella y cualquiera que le haga daño es mi enemigo. Entonces…como tú le rompiste el corazón a mi chica, yo arrancaré el tuyo.
Me lanzo sobre ella. La derrumbo y busco la mejor manera de ahogarla, pero se defiende. Continuamos batallando en la dura madera. Saco mi navaja y con toda la fuerza que tengo, se la clavo en le pecho y le hago un abertura de unos 10 cm. Sus ojos se tornan rojos y su aliento se vuelve seco, sin esperanza. Un movimiento aquí, corto acá… y listo. Todavía se siente el bombeo de la sangre, pero no puedo dejar de sentir la frialdad de este corazón. Pero eso no importa, mejor salgo de aquí. Abandono la casa y mientras giro a la izquierda, pasando los rosales polvorientos, observo a la chica de cabellos castaño volviendo a su hogar. Qué sorpresa se llevará.
Mientras camino las cincos cuadras, pasando ante cristo, me pregunto: ¿Qué haré con este puño de vida? Bueno, mi pequeña princesa merece el amor de Maribel y el mio. No la compartiré a ella, pero ella compartirá el afecto de ambas. Además... a mi princesita le gustan los regalos diferentes y extravagantes.