sábado, 21 de mayo de 2011

Madera a flote.


-¿Y ahora qué hacemos?

-Así se queda.

------------

Y ahí quedó. Así se quedó.

Todo un aserradero en la habitación. A la mitad cada cosa y sin instrucciones para terminarlas. Y no es que no existan los materias, porque ellos ocupan todo en esta habitación, pero un solo hombre no puede con este trabajo.

¿A Dónde fuiste? ¿Por qué huiste? ¿Te cansaste de intentar construir algo a lo que no le veías final? ¿Qué pasará? ¿Ahora quién escribirá en tus libros favoritos? No dejaste ni un número como pista para llegar a ti en el final.

Dejamos tanto trabajo a la mitad, en lo que sería nuestro hogar: una pequeña habitación en cada esquina de nuestras lloviznas, de nuestro sudor, nuestros juegos, de nuestras lunas, de nuestras sonrisas, de nuestras miradas, de nuestras noches, de nuestra saliva, de nuestros nudillos, de nuestras caminatas, de nuestra lujuria, de todo. Me dejaste como madera a flote; como si fuera otra silla a la mitad en esta habitación.

Yo sé que dije que tus piernas eran mi hogar, y que a donde caminaras me ibas a arrastras, pero hiciste alguna magia para despegarme de ellas sin que pudiera darme cuenta.

He tratado de tallar esta madera, pero sólo quedan pedazos inútiles. Estatuas amorfas de tu presencia. Astillas en mi memoria que aún no logro sacar. No puedo dormir en una cama a la mitad. Este insomnio tiene tu nombre y mis ojeras tus dos apellidos.

Mi saliva tiene tu sabor. Mis recuerdos tienen tu saliva.

Me baño en aserrín cada noche, preparándome por si regresas. Nada ocurre. En mis intentos para dormir siento tu sobra plantada en la puerta, esperando respuestas, taladrando preguntas, y comiéndome la nostalgia, que de ella me sobra mucho. La alimento para que se quede y vengas a buscarla.

Nunca quise dejar un proyecto a la mitad, porque lo que nunca se culmina, termina cayéndonos encima, mucho más adelante. Tú te alejaste lo suficiente para que ni la brisa del impacto te rose.

Intenté re acomodar todo para dar un nuevo aire y espacio a cualquier cosa que cayera cerca, pero nada cambiaba esa sensación incomoda e inconclusa.

Mantuve algo de mi inocencia, y todo aquello que te gustaba, que nunca dijiste, pero en tus ojos notaba. Sentí que te alejaste más, pero imaginé tus nudillos rozando mis piernas y me sentí como un idiota, porque me quedé esperando tus dedos enredados en los míos y demás.

Las termitas no logran consumir toda tu indiferencia.

Ni madera blanda, ni dura, ni caoba, ni roble, ni olivo, ni nada te hace volver. Por más que lije esas diferencias y aquellas tonterías que te molestaban, huiste por esa ventana que está a la mitad. Gracias a ella muero de frío todo el tiempo y con todo te llevaste mis sabanas: Tus brazos; con tu pecho como almohada.

Hoy decido irme sin limpiar nada y sin voltear atrás, porque sin sueños no puedo comer y debe haber alguna otra habitación en la cual el retrato de mi corazón colgar y así poder llamarle mi hogar, ya que tus piernas no están.

Pero no me pienso ir sin dejar algo concreto al menos, porque yo puedo perder batallas, pero nunca una guerra contra mi terquedad.

Trabajaré en este tronco, sobre el cual lloraste, y esculpiré tu monumento, y lo dejaré como una señal por si alguien se acerca a preguntar por qué todo se quedó a la mitad.

No hay amor que inspire más que aquel que se deja a la mitad.

Necesito verte una vez más y terminar este monumento, para así abandonar esta habitación inconclusa, y luego sin mirar atrás, no regresaré nunca más.

No hay comentarios: