sábado, 6 de noviembre de 2010

Horrible pequeña ciudad.


No sé cómo iniciar esto... pero aquí voy.

La luz dibujaba tu contorno desnudo, tu figura, y por primera vez te vi tal cual eres.

Tus preguntas con un toque de duda, esas, que me hacen creer que aún guardas un poco de inocencia en tu desdén, pero el inocente termino siendo yo.

Hacernos compañía mientras resolvemos dilemas pendiente es el trabajo que tenemos designado. ¿Qué serán de las vacaciones pagadas si no hay más por hacer?

Me tomaste de la mano y me preguntaste sobre el tiempo, cuando ambos sabemos que no es de nadie.

Aproveché que bajaras la guardia y esta vez fui yo quien te envenenó. El suero de la verdad tal vez hizo efecto, ¿o fueron los humos de la poción los que me afectaron al final?

Para qué mezclar realidad con fantasía, sí en realidad ninguna de ellas existe. A tientas existimos tú y yo, ¿no te parece?

Caímos y tu corazón repentinamente empezó a latir, y justo ahí supe en donde me encontraba realmente: Muy lejos de ti.

Yo conocía muy bien el abismo, ambos lo sabíamos, pero no avisaste cuando llegaría.

Al despertar sólo recordaba algo de tu boca y un poco de mi cara.

Cobarde.

Soy un cobarde.

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