miércoles, 8 de diciembre de 2010

Crecimos.


Ver a mi prima con su bebe; ver al bebe, tocarle las manos. Todo eso me da grandes golpes.

También golpea mis ojos.

Yo crecí con ella: Jugamos, lloramos, reímos, rompimos, peleamos, escupimos, vestimos, desvestimos, gritamos, corrimos, llenamos, creamos, inventamos, vivimos... y luego crecimos.

Nos separó un poco esa extraña etapa de la vida en la que simplemente la gente se aparta; no por odio, no por problemas, no por nada malo, si no porque simplemente nos volvemos diferentes. Ella con sus ideas, yo con mis problemas, ella con los suyos y cada uno por su lado.

Con el paso de tiempo tocábamos temas menos infantiles, pero aún tenemos las mismas risas de niño y nos reímos de los mismos chistes; algunos nuevos y algunos picantes.

La veía de vez en cuando. Me olvidé de su graduación. Veía a sus amigos del liceo con los que ella vivió tanto y con los cuales, creo yo, ya no habla tanto. Se enamoró de ese amigo de la familia de toda la vida y ahí encontró el amor. A veces pienso que fueron hechos el uno para el otro: los dos me hacían muchas jugarretas cuando pequeño.

Se volvió toda una mujer, ya no hablaba conmigo y con mis primas, si no con mis padres, con nuestros padres, mis tíos y esa gente adulta que yo aún no entiendo bien del todo por más barba que tenga.

Un día me llegó la noticia de que estaba embarazada y sin darme cuenta ya estaba ansioso por ver los ojos del bebe.

Llegó Diciembre, nueve meses después de la noticia. Sagitario como ella y con la nariz de su padre, o de mi abuelo, son parecidas. Tiene los labios de mi prima. Yo insisto en que parece un muñeco.

Mi mamá se llevó al bebe a tomar sol y me quedé a solas con mi prima. Le pregunté por el nombre, "se llama Abraham", me dijo. Su segundo nombre no tiene el legado de nuestra familia y la sentí un poco más alejada. Hablamos un poco sobre él, mientras yo hacia lo posible por no llorar, pero los ojos se me empañaban de todas maneras. Imagino que pensó que sólo era el sueño lo que me tenía así. Ella volvió a reír como antes.

Me sentí más cerca de ella al tocar al pequeño bebe sagitario. Su sangre está en él, al igual que sus labios y por un momento la miré y miré los ojos del niño; me sentí más pequeño que él. Realmente sentí el paso del tiempo y todo se volvió una alegre nostalgia del ahora.

Ahora sólo me resta esperar los próximos golpes y notar si podré aguantar las lagrimas como esta vez.

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